viernes, 16 de diciembre de 2022

CUENTO: TRAGEDIA EN MANOS DE NADIE

TRAGEDIA EN MANOS DE NADIE

Los sueños y el destino se cruzan en medio de realidades efímeras, llenas de mermeladas sentimentales que se acogen a los deseos primitivos del ser humano.

sin embargo, soñar es mejor que pensar en el destino, porque del sueño se despierta y se llega a la realidad, pero del destino solo te libra la mano de Dios, dependiendo de las acciones que haces en tu realidad existente.

Una mañana como de costumbre, Javier, un empresario que empezaba a escalar en las esferas de la sociedad, salió para el trabajo con su corbata desajustada, el maletín en su mano derecha y en la otra su zapato. 

·         Amor, no desayunaste. Le gritó su esposa desde el comedor.

·         ¡No tengo tiempo mujer!

        -O sea que tampoco esta semana te vas a despedir de tus hijos, recuerda  que aparte de Eva tienes dos hijos más y una mujer…

·         Ya vas a empezar con tus cursilerías. Si pierdo el trabajo ¿quién nos dará de comer?

·         Un día de estos no nos vas a encontrar y entonces lamentarás no haber dicho siquiera adiós.

·         Un día de estos, yo seré quien no regrese. Le expresó tajantemente y con gotas de sarcasmos en sus labios.

Subió al carro y aceleró sin mirar atrás; mientras que en casa, quedó Julieta y sus tres hijos, a quienes ella debía cuidar y custodiar como fiel guardiana, todos los santos días de la semana, haciendo honor al viejo adagio machista que reza: “El hijo es pa´ su madre”

El mayor de ellos, se llamaba Caín, quien se quejaba a diario, porque debía ayudar a su madre con los quehaceres de la casa, mientras que su otro hermano menor de cinco años, Abel, solo jugaba y hacía desastres por todos lados y Eva, quien apenas tenía 10 meses de nacida, dormía plácidamente en la cuna.

Cuando llegaba el jueves, el cansancio empezaba a notarse, Julieta estaba ojerosa por los desvelos diarios, la rutina y el orín que debía sacar dos o tres veces por semana, porque  Abel casi siempre se hacía “pipí” en la cama, orinando todo el colchón con su agua tibia y bendita, por el miedo a despertarse en la oscuridad, en medio de la noche y el temor al reproche que la madre  le hacía cada vez que él la levantaba para decirle que lo acompañara.

El estrés por la vida que llevaba, la había convertido en una persona amargada y resentida, e incluso, ella había perdido hasta su vida social, quedando enclaustrada entre paredes, con una vida monótona que hace tiempo había perdido sus colores. Andaba en harapos, descalza y espelucada, tenía más de cinco años que no renovaba su closet.

Esa noche, aburrida de su miserable vida, le llamó la atención a sus hijos usando términos despectivos y le advirtió a Abel:

·         Como esta noche te orines, te cortó la “pisinga” para que no me sigas dando más trabajo, ¡puerco del carajo! Le gritó de forma iracunda, frente a su hermano mayor, quien terminaba de recoger los juguetes del suelo y los pañales de la niña.

A veces los adultos, actuamos estúpidamente y no medimos el filo de nuestras palabras, sabiendo que éstas tienen poder y que una frase mal dicha, puede llamar a la desgracia.

Desde ese día, Abel no volvió a orinar, en la cama, el miedo pudo más que sus necesidades, pero como consecuencia, obtuvo un daño renal severo, lo que le produjo incontinencia urinaria y debido a esta situación, todas las noches debía dormir con pañales. 

Un viernes por la noche, Julieta muerta del cansancio, olvidó colocarle el pañal a su hijo y éste cuando no pudo aguantar sus ganas de orinar, algo que por su condición le era imposible, decidió orinarse al lado de Caín, para que no lo culparan a él, ya que las palabras viperinas de su madre, rondaban por su mente, constantemente. 

Eran las cuatro de la mañana del día sábado, cuando el hermano mayor sintió el cálido líquido corriendo por su cuerpo, se levantó iracundo y siguiendo al pie de la letra las palabras de su madre, cogió el cuchillo y le cercenó el pene a su hermano de un solo tajo. 

Abel pegó un grito desgarrador, de modo que Caín, rápidamente le puso la almohada en su rostro para evitar que siguiera chillando, sin pensar, que esto le causaría la muerte a su hermano más rápidamente.

La mamá, muerta del cansancio, ignoró el alarido estremecedor y Caín aturdido por lo sucedido, viendo la sábana empapada de un rojo púrpura y el cuerpo inmóvil de su hermano, decidió callar y salió a ocultarse detrás de la camioneta en el garaje, donde se desmayó al sentir que le faltaba aire en sus pulmones. Eran las 5:00 a.m. aproximadamente, según el dato arrojado por la entidad de criminalísticas en los días próximos a la noche trágica. 

Por la mañana, Julieta se levantó después de haber tenido un sueño profundo, tomó a su hija y la colocó en la bañera. Abrió levemente la pluma y salió a echarles un vistazo a sus hijos, sin saber el fatídico drama que iba a encontrar en medio de las mortuorias sábanas.

La estela de sangre fue tal, que llegó hasta  la puerta de entrada y Julieta al poner su pie en el interior del cuarto, patinó en medio de coágulos de sangre y se fue de bruces al suelo, dándose un fuerte golpe en la  cabeza.

Rápidamente se levantó y empezó a balbucear palabras soeces, mientras se dirigía a encender la linterna.

·         ¡Hoy es el día que le meto su limpia! Tanto trabajo y así es como me levantan, ombe…

No obstante, al prender la luz, notó que sus manos estaban llenas de sangre, al igual que su vestido, entonces ágilmente se acercó a la cama de su hijo, pero para su infortunio ya el cuerpo estaba pálido y helado, Abel tenía cerca de dos horas de haber fallecido, asfixiado y desangrado.

En ese momento, quedó toda aturdida y modorra, entonces empezó a dar gritos ensordecedores que despertaron a toda la cuadra, ni siquiera los gritos de las sirenas que acechaban a Ulises en medio del océano, fueron tan profundos como estos. El lamento quedó impregnado en todo el ambiente.

Tomó a su hijo en brazos y salió corriendo a su auto, teniendo la esperanza de llevarlo con vida al hospital, pues la impresión y el dolor fueron tan grandes, que en ese momento para ella, era difícil diferenciar un cuerpo lívido de un cadáver, pues con sus lágrimas cubría cada parte de la superficie inerte de su hijo.

Encendió rápidamente  el vehículo y retrocedió bruscamente, sin darse cuenta, que en la parte posterior estaba su hijo Caín recostado, quien se había desmayado debido al estupor provocado por su funesta acción. 

Al sentir que al carro le costaba salir del garaje , se bajó en medio de la zozobra, sin pensar que había aplastado el cráneo de su hijo con las llantas traseras.

·         ¡No… por Dios! Mi otro hijo no, Dios mío, ¿Por qué me haces esto? Qué he hecho para merecer tu indolencia.

·         Agarró al otro cuerpo como pudo y lo subió también al carro, en ese instante su alma parecía abandonar su cuerpo y la esquizofrenia se apoderó de ella.

Salió del garaje y aceleró su carro a toda velocidad. Afortunadamente para otros, a esa hora de la mañana el tráfico era poco, así que pudo manejar con más libertad y pudo pisar a fondo el acelerador.

Tomó el celular de la guantera y le marcó a su esposo, quien apenas lograba conciliar el sueño después de una noche de negocios; es decir, de una parranda de ricos.

-Julieta, ¡qué te pasa! ¡Estás loca o qué! Le reprochó sin antes escuchar una palabra de ella. 

- jejejeje, tú como siempre, tienes todo el tiempo del mundo para tus amigos, menos para tu familia. Solo llamo para decirte que Caín y Abel no respiran; están pálidos, helados y reventados. Voy al hospital,  jiji; pero no te preocupes, sigue en lo tuyo.

- ¿Cómo así mujer? ¿De qué me hablas? Ahora si te chiflaste… ¿Y la niña?

·         En ese momento un rayo de lucidez le llegó espontáneamente a ella y recordó que su hija la había dejado en la tina con la llave abierta….

·         ¡Noooooooo! Mi linda Eva noooo, ¡Dios! ¿Qué hice?….

Frenó el carro a una velocidad de 120 km por hora, provocando al instante el volcamiento de éste, el cual quedó literalmente hecho trizas…

En ese momento quedó un silencio rotundo, al rato, se escucharon sirenas y un celular que no dejaba de timbrar… era Javier que no paró de marcar después de haber escuchado a Julieta, al parecer ahora sí tenía el tiempo suficiente para hacer una simple llamada, de la cual se olvidaba durante toda la semana; puesto que siempre estaba en viajes de negocios.

-Aló, Julieta….

- No señor, no es  Julieta.

- ¿Con quién hablo?

- Habla con uno de los paramédicos que están atendiendo al accidente, del vehículo identificado con placas QEPD 123, dónde acaba de fallecer una señora y al parecer sus dos hijos…

Atónito, miraba para todos lados, recogió las llaves del carro y en raudo vuelo salió en bermudas. Esa fue la primera vez que acudió tan diligente al encuentro con su familia.

A mitad de camino, recibe una llamada de sus vecinos, quienes le contaron sin reparo, que habían encontrado el cuerpo de su hija Eva, flotando en una tina…

Esta noticia fue fulminante, pues a pesar de su indiferencia, Eva representaba para él, el cariño que había abandonado de su familia.

En ese instante, sintió un fuerte dolor en el brazo izquierdo, como si le amarraran un torniquete, luego una fuerte presión en el pecho y por último, su corazón debilitado, dejó de latir. Por su mente  cruzaron todos los bellos recuerdos que tuvo con su familia y al fin reconoció que había sido un completo miserable, que se había dejado atraer por los afanes capitalistas, como una polilla hacia una linterna en medio de la penumbra. Aunque ya era tarde, pues la parca le susurraba al oído. Perdió la conciencia y fue a caer rumbo a un abismo, donde terminó envuelto en láminas metálicas que adornó con el rojo vivo de su sangre.

Al día siguiente y durante toda la semana, se habló de esa trágica noche, en la que contaban el fatídico final de una familia, que abandonó este mundo cruel; empero, sólo quedó reducido a eso, en un simple titular de una noticia más de las que se ven a diario. 

Por esta razón, valora cada momento y comparte el tiempo junto a tus seres queridos, porque nadie sabe el día en que la muerte te invitará a su aposento.

Y es así estimado lector, como concluye esta historia, ahora de ti depende encontrar ¿quién es el culpable? ¿Acaso será Julieta, Javier, Caín o la sociedad?

¡Espero tu respuesta ¡ 


Autor: Alfonso Aldana Machado. 

Glosario.

pisinga: nombre despectivo del pene.

Cursilería: Que pretende mostrar un refinamiento expresivo o un sentimiento apasionado pero resulta ridículo y excesivamente delicado.

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